lunes, 14 de enero de 2013

Cómo Pensar como Sherlock Holmes?

Lo que el detective puede enseñarnos sobre observación, atención y felicidad.

Por María Konnikova


Traducido por Roberto González Lazo

Yo no pienso como Sherlock Holmes. Para nada. Esa fue una conclusión bastante desalentadora a la cual llegué investigando en un libro sobre los poderes mentales del detective. Había tenido la esperanza de descubrir el secreto del pensamiento Sherlockiano. Lo que descubrí en lugar de eso fue que sería un trabajo difícil de hecho incluso comenzar a aproximarse a la escencia del abordaje del detective al mundo: su mente siempre atenta (mindful) y su energía mental implacable. Holmes era un hombre eternamente encendido, quien saboreaba esa unidad y fracasaba en su ausencia. Sería exhaustivo pensar como Sherlock. Y realmente valdría la pena al final?

Todo comenzó con esos malditos escalones, las escaleras que conducían a la legendaria residencia que Sherlock Holmes compartía con el Dr. Watson, 221B de la calle Baker. Por qué Watson no podía recordar el número de escalones? "Creo que mis ojos son tan buenos como los suyos," Watson le dice a su nuevo compañero de departamento - como, de hecho, lo son. Pero la competencia de los ojos no es el tema. En lugar de eso, la distinción yace en cómo estos ojos son usados. "Ves, pero no observas," Holmes le dice a su compañero. Y Holmes? "Ahora, se que hay 17 escalones", continua, "porque he visto y observado".

Ver y observar: Ahí yace el secreto. Cuando escuché las palabras por primera vez de niño, me senté con reconocimiento. Como Watson, no tenía la pista. Como veinte años después, leí el pasaje por segunda vez en un intento de decifrar la psicología detrás de su impacto. Me di cuenta que no era mejor observando de lo que había sido a la edad de 7. Incluso peor. Con mi compañero constante el Señor Smartphone y mi nuevo amor la Dama Tweeter, mi devoción al Conde Facebook, y esa comezón que me da en los dedos cuando no he checado mi e-mail por, qué, diez minutos? OK, cinco - pero parece toda una vida. Esos escalones de la calle Baker siempre serán un misterio.

La confluencia de ver y observar es central para el concepto de mindfulness, un estado de alerta mental que incorpora el momento presente en su totalidad, que es capaz de concentrarse en su paisaje inmediato y liberarse de cualquier distracción.

Mindfulness le permite a Holmes observar aquellos detalles que la mayoría de nosotros ni siquiera nos damos cuenta que no vemos. No solo son los escalones. Son las expresiones faciales, los detalles de sastre, los detalles minuciosos al parecer irrelevantes de las personas con las que se encuentra. Es el estimado de los ocupantes de una casa mirando un solo cuarto. Es la habilidad de distinguir lo crucial de lo meramente incidental en cualquier persona, cualquier escena, cualquier situación. Y como resulta, todas estas habilidades no son solo el trabajo de ficción de Arthur Conan Doyle. Tienen ciencia verdadera detrás de ellas. Después de todo, Holmes nació del Dr. Joseph Bell, el mentor de Conan Doyle en la universidad de Edinburgo, no de alguna inspiración más ficticia. Bell era un científico y médico con una mente aguda, un ojo atento, y una habilidad notable al determinar con precisión la enfermedad de sus pacientes y sus detalles personales. Conan Doyle una vez le escribió. "Alrededor del centro de deducción e inferencia y observación que he escuchado usted inculca, he intentado reunir a un hombre quien llegué hasta el límite".

En las últimas décadas, los investigadores han descubierto que mindfulness puede llevar a mejoras en el bienestar psicológico y la regulación emocional. También puede fortalecer la conectividad en el cerebro, específicamente en una red de trabajo de la corteza del cíngulo posterior, el precuneo adyacente, y la corteza prefrontal media que mantiene actividad cuando el cerebro está descansando. Mindfulness puede incluso mejorar nuestros niveles de sabiduría, en términos de dialectismo (ser competente ante los cambios y contradicciones del mundo) y la humildad intelectual (conocer tus propias limitaciones). Incluso Mindfulness puede conducir a la mejora en la solución de problemas, mejorar la imaginación, y mejor toma de decisiones. También puede ser un arma contra una de las limitaciones más perturbadoras que está en contra de nuestra atención: la ceguera inatencional.

Cuando la ceguera inatencional (algunas veces nombrada como ceguera atencional) golpea, nuestra concentración en algún elemento en particular, en una escena o situación o problema causa que los otros elementos literalmente desaparezcan. Las imágenes que llegan a nuestra retina entonces no son procesadas por nuestro cerebro sino que en lugar de eso se disuelven en el "quien sabe donde", para que no tengamos una experiencia consciente de haber sido expuestos a ellas. El fenómeno se hizo famoso por Daniel Simons y Christopher Chabris: en su estudio provocador, los estudiantes en repetidas ocasiones fallaron en ver a una persona en un traje de gorila quien caminaba en una cancha de basket ball en medio del juego, golpeaba su pecho, y se marchaba caminando. Pero el fenómeno realmente data de la investigación hecha por Ulric Neisser, el padre de la psicología cognitiva, en los 60's y 70's.

Una noche, Neisser notó que cuando veía fuera de la ventana en el crepúsculo, tenía la habilidad de ver ya sea el crepúsculo o el reflejo del cuarto en el vidrio. Centrándose en uno hacía que el otro se desvaneciera. No importaba lo que hiciera, no podía poner atención activa en ambos. El nombró este fenómeno "vista selectiva" y continuó estudiando sus efectos en estudio tras estudio de las demandas atencionales competentes. Muestra una persona dos videos sobre impuestos, y esta falla en notar cuando los jugadores de cartas repentinamente detienen su juego, se paran y comienzan a darse la mano - o falla en darse cuenta que alguien le habló al oído mientras ha estado escuchando la conversación con el otro. En una ilustración del mundo real de la habilidad nata para dividir la atención en una forma significativa, un equipo de construcción de caminos una vez pavimentó sobre un venado muerto en el camino. Simplemente no lo vieron, estaban tan ocupados asegurándose que su tarea fuera llevada a cabo apropiadamente.

La ceguera inatencional, más que nada, ilustra las limitaciones de nuestras habilidades de atención. Inténtalo como nosotros, nunca puedes ver el crepúsculo y el reflejo. Ni siquiera podemos hacer varias tareas de la manera que pensamos que podemos. Cada vez que lo intentamos, ya sea el cuarto o el mundo fuera de el desaparecen del procesamiento consciente. Es por eso que Holmes es tan cuidadoso acerca de donde y cuando el despliega esa famosa precisión de observación. Imagínate a un Holmes moderno, sacando su celular para checar su e-mail mientras camina en la calle y tiene una conversación al mismo tiempo, el sería incapaz de desplegar sus observaciones. Mandar el correo electrónico, y contar los escalones de la calle Baker.

No es una tarea fácil, esa constante vigilancia cognitiva, la conciencia eterna de nuestras propias limitaciones y la colocación estratégica resultante de la atención. Incluso Holmes, podría apostar, no podría alcanzar ese nivel de mindfulness y pensamiento deliberado al mismo tiempo. Eso llegó con años de motivación y práctica. Para pensar como Holmes, tenemos que querer pensar como él y practicar a hacerlo una y otra vez, incluso cuando el esfuerzo se vuelve exhaustivo y parece un desgaste de energía. Mindfulness requiere disciplina. Incluso después de que descubrí mi propensión para escabullirme al correo electrónico o Twitter cuando no estaba segura de que escribir, el descubrimiento por si solo no fue suficiente para cambiar mis hábitos de trabajo. Pensé que sería suficiente. E intenté, realmente lo hice. Pero de alguna manera, esa ventana del buscador se abría, al parecer por sí sola. Qué, yo? Intentando hacer varias cosas a la vez mientras escribo mi libro? Nunca!.

Y así, tomé el abordaje de la Odisea: Me até al mástil para resistir el llamado de las sirenas del internet. Descargué Freedom, un programa que bloqueaba mi acceso completamente por una cantidad de tiempo específico. y me puse a escribir. Los resultados me sorprendieron. Era terriblemente mala en mantener mi concentración por períodos largos de tiempo. Una y otra vez, mis dedos se encaminaban a la combinación de teclas que cambiarían de ventana de mi manuscrito al mundo en línea - solo para descubrir que el mundo estaba fuera de los límites por... cuanto tiempo falta? Solo han sido veinte minutos!?

Con el tiempo, el impulso se volvió menos frecuente. Y además, me di cuenta que mi escribir y mi pensar, estaba mejorando con cada día sin interrupciones de internet. Podía pensar más fluidamente. Mi cerebro pensaba más concienzudamente. En aquellos descansos cuando, antes, antes habría un chequeo rápido del e-mail o una repentina entrada en mi Twitter, había una concentración auto reflejante que rápidamente hurgaba en el ático de mi cerebro. (No puedes escribir de Holmes sin mencionar su analogía de la mente humana al menos una vez). Llegué a múltiples maneras de moverme hacia adelante cuando antes me encontraba atorada. Pedazos que habían tomado horas escribir repentinamente eran completados en una fracción de tiempo.

Hasta esa evidencia concreta de efectividad, nunca había creído bastante que la atención concentrada pudiera hacer una gran diferencia. Tanta investigación que había leído, tanta ciencia que había examinado, nunca habían dado en el blanco. Finalmente estaba tomando la palabra de Sherlock Holmes. Estaba aprendiendo los beneficios de ver y observar - y ya no estaba comerciando con una o la otra sin darme cuenta  de lo que estaba haciendo. El software que te auto sujeta, por supuesto, no siempre es una opción para mantener nuestros cerebros atentos en el camino. Quien va a detenernos de checar nuestro teléfono en medio de la cena, o tener la televisión encendida como un ruido de fondo? Pero aquí está lo que aprendí. Esos pequeños codazos que limitan tu propio comportamiento tienen un efecto más duradero, incluso en áreas donde no los has usado. Te hacen darte cuenta justo que tan limitada está tu atención en realidad - y qué tan a menudo les decimos adiós a nuestras limitaciones con un movimiento de desdén. No solo ese software que propina codazos me hizo darme cuenta que tan desesperadamente estaba encadenado a mi self online, pero comencé a darme cuenta qué tan a menudo mi mano alcanzaba mi teléfono cuando caminaba por la calle o sentada en el metro, que tan incapaz me había vuelto para solo hacer lo que estaba haciendo, ya sea estar sentado o caminando o incluso leyendo un libro, sin tener que intentar entrar en algo un poco más. 

Hice lo mejor que pude para resistir. Ahora, algo que antes era un hábito desconsiderado se volvió una punzada que provocaba culpa. Me forzaba a mi mismo a reemplazar el teléfono sin checarlo, quitarme mis audífonos y ver alrededor, resistir la urgencia de colocar una llamada solo porque estaba caminando a una cita y tenía unos minutos de tiempo libre. Fue difícil. Pero valió la pena, aunque sea solo para mejorar mi percepción, para el rápido crecimiento de una pila de material que ni siquiera habría notado antes, por las mejoras tangibles en el pensamiento y en la claridad que venían con cada impulso diferido. No es por nada que estudio tras estudio han mostrado los beneficios de la naturaleza en nuestro pensamiento: estar rodeado por el mundo natural nos hace más reflexivos, más creativos, más agudos en nuestra cognición. Pero si estamos demasiado ocupados hablando por teléfono o mandando un mensaje de texto, ni siquiera notaremos que hemos pasado caminando alado de un árbol. 

Si seguimos la pista de Holmes, si tomamos su consejo de no solo ver sino observar también, y hacerlo así de manera rutinaria, no solo nos encontraremos más capaces de enumerar rápidamente esos escalones en un segundo, pero quizás nos sorprendamos al descubrir que los beneficios se extienden mucho más allá: quizás estemos más felices como resultado. Incluso ejercicios breves de mindfulness, por tan poco como cinco minutos diarios, han mostrado que cambian la actividad cerebral en los lóbulos frontales hacia un patrón asociado con estados emocionales positivos. Y la alternativa de la mente vagante y multitareas? Puede ocasionar más que volvernos menos atentos. Puede volvernos menos felices. 

Como descubrió Daniel Gilbert después de rastrear miles de participantes en tiempo real, una mente que está escapando del momento presente es una mente que no está feliz. El desarrolló una aplicación para iPhone que hace que los usuarios contesten preguntas sobre lo que están haciendo en ese momento y en qué estaban pensando en varios momentos del día. En 46.9 % de las muestras que Gilbert y sus colegas recolectaron, las personas no estaban pensando en lo que fuese que estaban haciendo - incluso si lo que estaban haciendo era bastante placentero, como escuchar música o jugando un juego. Y su felicidad? Entre más vagaban sus mentes, menos felices eran - a pesar de la actividad. Como Gilbert puso en un artículo en el Journal Science, "La habilidad de pensar en lo que está pasando es un logro cognitivo que viene con un costo emocional".

Pensar como Sherlock Holmes no solo es una manera de mejorar tus poderes cognitivos. También es una manera de obtener más felicidad y satisfacción de la vida.